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AYUDANDO A MAMÁ (08) [FINAL].

"Final de la Serie."

 

Capítulo 8.
 
 
 
Mi madre se alegró al saber que Elvira no contaría nada a nadie sobre nuestra relación amorosa, pero tampoco le di detalles de lo ocurrido esa noche con mi tía, prefería mantenerlo para mí, al menos por el momento. Si bien no todo salió perfecto, estaba conforme con el resultado, al menos pude disminuir en gran medida la tensión familiar y pude volver a mi rutina incestuosa con Graciela. Hicimos el amor día por medio y dormimos todas las noches en la misma cama.
 
Una tarde en la que me encontraba mirando televisión, impaciente, rogando que me llamaran para alguna nueva entrevista laboral, escuché el timbre. Tuve que atender ya que mi madre aún estaba en el trabajo. Al abrir la puerta me sorprendí al encontrarme con mi tía Elvira. Estaba vestida con ropa casual, un pantalón de jean común y corriente y una blusa blanca. Lucía impaciente y miraba para todos lados.
 
- Tía ¿qué hacés acá?
- ¿Molesta que venga? – su voz era tan tierna suave como el ladrido de un chihuahua.
- No para nada, pasá. Es que no te esperaba. ¿Qué te trae por acá?
- Tenía ganas de pasar a saludar – entró a la casa como si ella fuera la dueña. Habían pasado dos semanas desde nuestro encuentro sexual.
- ¿Y cómo está el tío Mario?
- Está castigado – no se sentó en ninguna silla – tenías razón, él me la metía por el culo mientras yo dormía. Me tuvo que confesar todo. Lleva mucho tiempo haciéndolo y yo como una boluda ni me di cuenta.
- Eso te pasa por abusar tanto de las pastillas para dormir. ¿Nunca sospechaste nada?
- Lo peor de todo es que hubo noches en las que me dio dos pastillas juntas, como estaban disueltas en el vaso de agua yo ni cuenta me daba. No tenía sospechas pero ahora entiendo porque hubo muchas mañanas en las que me desperté con dolor en el culo, yo que pensaba que eran dolores naturales de la edad.
- Por eso te enojaste y lo castigaste.
- En realidad no. Él es mi marido, es dueño de mi cuerpo, lo que me molestó es que lo hiciera sin mi consentimiento, pero eso fue el único motivo del castigo. ¿Te acordás de esa noche en la que me cogieron sus amigos? Bueno, estaba todo planeado, Mario se estaba haciendo el dormido. Al parecer le calienta que otros hombres me la metan.
- Pero no entiendo tía, si a vos te gustó que te den.
- Si obvio, pero organizó todo a mis espaldas y sumado a lo otro… bueno. Le dije que no íbamos a tener sexo durante un mes y hasta ahora lo vengo sosteniendo, él está desesperado.
 
Me imaginé que tan desesperado no debería estar, seguramente se habrá cogido a Naty un par de veces pero no le diría eso a mi tía, aunque ella lo supiera. Fui a apagar el televisor.
 
- ¿Y vos cómo lo llevás tía?
 
Al voltear me quedé anonadado. Me estaba dando la espalda y tenía el pantalón por las rodillas. Vi que se pasaba los dedos ensalivados por el culo y apoyaba el torso sobre la mesa.
 
- ¿Cómo te parece que lo estoy llevando?
 
No era la imagen más sensual del mundo pero ese culo blanco y abierto, que me recordaba al gran Cañón del Colorado, me estaba esperando. Eso me provocó muchísimo. De inmediato comencé a sobar mi miembro mientras bajaba un poco mi pantalón. Ella aguardaba impaciente en silencio. De su vagina, en forma de estalactita, colgaba una gota de flujo. Me alegré al ver que mi fiel compañero de andanzas sexuales ya estaba listo para la batalla, me acerqué a Elvira y lubriqué mi glande surcando por el centro de su vagina hasta llegar al orificio trasero.
 
Empujé una vez, media verga adentro. Retrocedí y arremetí por segunda vez, tres cuartos adentro. Tercer intento, mi pubis chocó contra sus nalgas. Ella apenas emitió un quejido. Su culito estaba tan suave y cálido como la última vez, no pasó mucho tiempo hasta que empecé a penetrarla con intensidad. Elvira se aferró al borde opuesto de la mesa y recibió estoicamente las embestidas sin siquiera gemir, pero algo en su actitud me decía que lo estaba disfrutando en gran medida. Movía su cabeza en círculos y noté que mantenía los ojos cerrados. Eso era puro gozo anal.
 
Mis piernas se calentaron con el movimiento y supe que ahora podía ir más rápido, así lo hice, maltratando su esfínter con mi bastón erecto. Esta vez ella intentó retener sus gemidos, intentó respirar de forma pausada e intentó permanecer ajena a la culeada que estaba recibiendo, pero no lo logró. Levantando su cabeza soltó un grito de placer, luego la apoyó contra la mesa y en su garganta quedó un agónico gemido constante. Miré el reloj de pared y supe que ya faltaba poco. No sólo estaba cogiendo a mi tía sino que a su vez estaba haciendo tiempo. No quería acabar todavía por lo que mantuve un ritmo intermitente, de a ratos lo mantenía alto y feroz y luego lo disminuía como si fuera una suave mecedora en la que mi tía estaba sentada. Sentada con un palo metido en el culo.
 
- Tía, sacate toda la ropa.
 
Ella no se negó. Me aparté para permitirle desvestirse mientras yo hacía lo mismo. Nuestra ropa quedó dispersa por el suelo o sobre alguna silla. Luego la tomé por sorpresa, me le acerqué por atrás y me aferré a sus grandes y blandas tetas intentando orientar mi pene a su cuevita posterior. Elvira se inclinó nuevamente sobre la mesa y la penetré con tanta fuerza que no pudo evitar gritar. Comencé con un vaivén amplio, sacando casi toda la verga y clavándola hasta el fondo, ella separó más las piernas ya que ahora el pantalón no se lo impedía, esto me permitió abrir sus nalgas de forma más cómoda y penetrarla bien profundo.
 
Estábamos tan concentrados en nuestro acto sexual que sólo notamos que alguien llegó cuando la puerta ya estaba abierta. Esta vez fue el turno de mi madre de pescar por sorpresa a su hermana en pleno acto incestuoso. Mi tía se quedó helada al verla y Graciela se apresuró a cerrar la puerta de la calle para que nadie nos viera desde afuera.
 
- ¡Elvira!
- ¡Graciela!
- Creo que no hace falta que las presente – dije sin dejar de metérsela a mi tía.
- Esto sí que no me lo esperaba, al menos no en mi casa – dijo mi madre. Estaba vestida con su clásico uniforme de oficina.
- Movete Nico – me dijo mi tía entre jadeos intentando zafarse, pero yo no me detuve ni por un segundo.
- Si ya llegaron a eso, ahora dejalo, se ve que tan mal no la estás pasando – ella pudo notar lo enrojecida que estaba la cara de su hermana.
 
Tengo que admitir que había un morbo extra, no sólo se la estaba metiendo por atrás a mi tía sino que mi mamá estaba mirándonos.
 
- Pará Nico, me quiero ir, no me pienso quedar si ella está acá.
- “Ella” es la dueña de casa y la madre del pibe que te está cogiendo, Elvira. No creo que él te haya secuestrado – estaba enfadada – así que si vos viniste por tus propios medios, ahora hacete cargo.
- ¿Cómo vos te hiciste cargo de lo que pasó en Carlos Paz? – eso fue como un piedrazo en la cara para Graciela.
 
Supe que la tensión ya era muy tensa como para seguir con mis jueguitos sexuales. Me aparté de mi tía y pude ver lo dilatado que había quedado su ano, aunque ella se irguió casi de inmediato y ya no pude mirar.
 
- Mejor me voy a mi cuarto – anuncié, pero mi tía me sostuvo del brazo.
- No Nico, vos ya estás bien metido en esto, no seas cobarde.
- No es que sea cobarde pero…
- Tiene razón Nico, quedate. Creo que tenemos que hablar, como adultos.
- Por eso, yo no soy un adulto… - por amor a mi vida dejé argumentar, ambas me miraron con una ira asesina – está bien, me quedo.
 
Elvira no hizo intento alguno por vestirse. Se sentó en una de las sillas y aparentemente no le dolía el culo, también parecía que el disgusto de ver a mi madre le había quitado la calentura, aunque tuviera la vagina cubierta por sus jugos. Graciela se sentó frente a ella y yo, como buen cobarde, me senté en el apoyabrazos del sofá, que estaba como a tres metros de las hermanitas. Una distancia prudencial.
 
- Escuchame Elvira – comenzó hablando mi mamá ya más tranquila – hace rato que quería hablarte de ese tema. De lo que pasó en nuestras vacaciones – mi tía se mantuvo fría y con el ceño fruncido – sé muy bien lo que pasó esa noche y nunca me animé a decirte nada.
- No sólo no me dijiste nada sino que además me trataste como a una basura.
- Si lo sé, merezco que me digas eso. De verdad fui una miedosa. Estaba asustada Elvira, tenía miedo de que eso que hicimos se hiciera público, que toda nuestra familia supiera que tuvimos sexo juntas, no pude soportar la idea y actué de muy mala forma – pude ver que a Elvira se le estaban humedeciendo los ojos – pero ahora quiero ser totalmente sincera con vos. Lo que hicimos fue una locura, una estupidez y fue producto de la calentura, eso ya lo sabés muy bien, lo que no sabés es cuánto me gustó. Por más que al otro día te haya tratado tan mal, esa noche fue fantástica y se quedó marcada en mi vida, a pesar de que estaba borracha me acuerdo de todo perfectamente.
- De hecho no… - otra vez me miraron como si fueran serpientes venenosas ante un indefenso ratoncito, tragué saliva y proseguí – de hecho no te acordás de todo mamá, la tía me contó lo que pasó.
- ¿De qué no me acuerdo?
- De que vos también se la… se la chupaste – ambas abrieron grande los ojos.
- ¿De verdad pasó eso? – le preguntó Elvira.
- Si Graciela, de verdad. Pensé que te acordabas, pero sí lo hiciste… y durante un rato largo. A mí también me gustó mucho lo que hicimos esa noche y a pesar de todo lo que vino después, no me arrepiento de haberlo hecho. En una cosa te equivocás – sus ojos se llenaron de lágrimas – no lo hice por una simple calentura, yo estaba… enamorada de vos. Eras lo más importante de mi vida. Por eso me dolió tanto que me rechazaras de esa manera.
 
Mi madre también rompió en llanto y de inmediato se acercó a su hermana para envolverla con un tierno abrazo. Yo no fui tan maricón de ponerme a llorar, lo que pasó es que tenía los ojos un poco resecos y me pareció buena idea lubricarlos. Hay que cuidar la vista.
 
- Perdoname Elvira, en serio. Si no me perdonás nunca quiero que al menos sepas lo apenada y avergonzada que estoy, vos también fuiste muy importante para mí.
- Te perdono Graciela y vos perdoname a mí por no hacerlo de una forma más sutil. Tal vez si te hubiera hablado antes las cosas serían diferentes.
- Estoy segura de que sí serían diferentes, tal vez me hubiera acostado con vos por voluntad propia, así como pasó con Franco, que no fue nada fácil al principio, pero ahora ya lo acepté. Él también sufrió mucho por mi culpa. Soy una estúpida.
- No mamá, no lo sos. Es lógico que reaccionaras de esa forma, es un asunto sumamente delicado, no creas que yo no tuve mis dudas al respecto, aunque no las demostrara, ahí estaban.
- Ahora me parece algo tan natural – dijo mi madre volviendo a su silla mientras enjugaba las lágrimas – ya no lo veo como algo malo, la pasamos bien sin lastimar a nadie y eso es lo importante – pareció recordar algo súbitamente – pero vos Elvira estás cometiendo un error.
- ¿Yo, con qué?
- Con tu hija. Ella me contó las cosas que le hacen – Elvira quedó tan rígida como el piso de granito.
- ¿Qué te contó?
- Me dijo que disfruta mucho – comenzó diciendo para que mi tía se relajara un poco – pero también sé que ni vos ni Mario le hablan del tema, ella se siente un juguete sexual, cree que sólo se acuestan con ella por puro sexo y ella a ustedes los adora. Dejen de hacerle eso, hablen bien con Naty, la pobre va a echar su vida al caño, ahora anda chupando cuanta verga le pongan delante, un día de estos alguno de esos tipos va a querer algo más y va a terminar abusando de ella, no puede seguir viviendo así.
- No sabía… no sabía que ella hiciera esas cosas por culpa nuestra. Pensé que le gustaban.
- Si le gusta – dije yo – pero lo hace porque no puede hacerlo abiertamente en su casa, ella siempre tiene que estar dispuesta para ustedes, pero ustedes nunca lo están para ella.
- Comprendo – agachó la cabeza – de verdad no pensé que Naty se sintiera así, me siento una pésima madre. Prometo que hoy mismo voy a hablar con ella de este tema, le voy a decir todo abiertamente, no quiero que ella sufra lo mismo que sufrí yo. ¿Cómo no lo vi antes?
- Está bien Elvira, no te tortures. Mientras lo hables bien, ella va a saber entender y no se va a enojar. ¿Podemos dar todo por arreglado? – asentimos con nuestras cabezas – entonces vení para acá Nico, no seas tan cagón. No mordemos.
 
Miré mi pene ya flácido y colgante y rogué que fuera cierto eso de que no mordían. Me les acerqué y nos dimos un caluroso abrazo en conjunto. La familia estaba unida otra vez.
 
Elvira fue al baño a lavarse la cara y el cuerpo. Mi madre optó por la pileta de la cocina, como yo no lloré simplemente me sequé la transpiración del rostro utilizando la remera que me había quitado, pero si me lavé el pene utilizando agua de la misma canilla que mi madre.
 
- Lamento haber interrumpido – me susurró mi mamá – se notaba que la estaban pasando bien.
- Si, la estábamos pasando muy bien, pero yo te estaba esperando. Hice tiempo hasta que llegaste. Quería que hablaran.
- Hiciste bien, al final todo parece estar bien – mientras hablábamos fuimos hasta su cuarto, ella comenzó a desvestirse para ponerse algo más cómodo – la verdad es que no me esperaba verte haciendo eso con tu tía. Me imagino que no fue la primera vez.
- No lo fue – respondió Elvira desde la puerta del dormitorio, miró los voluptuosos pechos de mi madre, los cuales ya estaban al desnudo – siempre tuviste mejor cuerpo que yo Graciela.
- ¿Qué, pero qué decís? Si hasta hoy en día vos te ves mejor – para mí era sólo una cuestión de opinión, las dos estaban muy buenas, sólo una más rellenita que la otra, pero sus figuras eran muy sensuales – ¿Acaso no te acordás como todo los chicos se babeaban siempre por vos? Mis amigos me pedían permiso para espiarte desnuda mientras te bañabas – mi tía se rio.
- Me imagino que no se los habrás dado.
- Claro que se los di, salían re alzados después de verte… ahí aprovechaba yo – le guiñó un ojo, ya estaba completamente desnuda, hasta se había quitado la bombacha.
- ¡Pero qué puta!
- Igual no fueron tantos Elvira, sólo dos o tres.
- Vos me debés unas cuantas hermanita.
 
En ese momento me tenté y no pude contener la risa, aunque no era algo estridente, ambas lo notaron.
 
- ¿Y vos de qué te reís? – me preguntó mi madre.
- Es que estamos todos desnudos como si fuera lo más normal del mundo.
- Se ve que a tu amigo también le causa gracia – agregó mi tía.
 
Miré hacia abajo y allí lo vi, despertándose otra vez, ver tan bellas mujeres como Dios las trajo al mundo lo estimularon mucho.
 
- Graciela, Nicolás nos ayudó mucho últimamente, ¿no te parece que se merece una recompensa?
- Yo creo que sí, hermanita.
 
Me miraron como un violador en rehabilitación puede mirar en una playa nudista. Retrocedí unos pasos y me senté en la cama, ellas se me acercaron de forma amenazante.
 
- Bueno señoras, no nos precipitemos… - retrocedí hasta el respaldar de la cama.
- ¿Señoras? Nos dijo señoras – mi mamá ya estaba pasando sus uñas por una de mis piernas.
- Hay que mostrarle lo que estas “señoras” son capaces de hacer – cuatro enormes pechos se bamboleaban de lado a lado frente a mis ojos.
 
La primera en prenderse con la boca a mi pene fue Graciela, quien se lo tragó completo a la primera, era raro que hiciera eso, pero yo lo tomaba como una señal de que estaba muy cachonda. Atrás llegó mi tía quien optó por ponerse a lamer mis testículos, separé las piernas para que tuviera más lugar.
 
- A ver si vos podés decirnos quién hace los mejores petes – dijo mi madre cuando soltó la verga.
 
Mi tía tomó su lugar, la tragó bastante pero su principal objetivo era pasar la lengua alrededor de mi glande. Comenzaron a intercalar posiciones, mientras una me chupaba los huevos, la otra se comía la verga. Una y otra vez cambiaron, a veces sus bocas se cruzaban en la punta y al lamer sus lenguas se tocaban. Cuando esto ocurrió por tercera vez, mantuvieron sus lenguas unidas por unos segundos hasta que se besaron. Fue un beso apasionado, hasta amoroso, se podría decir. No duró tanto tiempo como yo supuse, regresaron al tratamiento oral al que me estaban sometiendo.
 
- ¿Y cuál lo hace mejor? – preguntó mi tía.
- No podría decirlo, deberían esmerarse más – lo cierto es que sí se estaban esmerando mucho pero yo quería descubrir hasta dónde llegarían.
- ¿Más? veremos si aguantás más. 
 
Una fuerte succión proveniente de la boca de mi madre casi me arranca un testículo y mi tía hizo lo mismo con el glande. Iniciaron una sesión de chupadas extremas con la única intención de hacerme acabar. Intenté aguantar todo lo que pude, pero en un momento tuve que arquear mi cuerpo hacia adelante y dejar salir todo mi líquido viril y masculino que saltó con gran fuerza hacia sus caras, ambas recibieron parte del semen y apenas mi pene terminó de escupir, unieron sus labios en un húmedo beso con el cual fueron limpiando la cara de la otra. ¡Madre mía, se estaban comiendo entre ellas! A pesar de que mi miembro ya estaba perdiendo rigidez, la situación me seguía pareciendo sumamente excitante.
 
- Esta vez me toca a mí empezar – dijo mi madre con lujuria.
 
Empujó a su hermana hasta que ésta quedó boca arriba y con las piernas bien abiertas. Se metió entre esos poderosos muslos y pasó su lengua por la cara interna de los mismos. Así fue acercándose al sexo de su hermana, que esperaba impaciente. La primera lamida en la vagina fue enérgica. Pude ver cómo los labios se separan para dar paso a la lengua. Luego la boca de Graciela se ciñó al clítoris, pude escuchar los estimulantes ruidos que producía al darle intensas chupadas. Podía ver cómo ese gusanito femenino se estiraba y luego era liberado al mismo tiempo que Elvira gemía, hasta creí ver algunas lágrimas en sus mejillas. Tal vez estaba conmovida porque al fin se concretaba su sueño de mantener relaciones sexuales con su hermana y que ésta estuviera dispuesta a hacerlo.
 
Masajeé mi pene suavemente mientras observaba esa lujuriosa escena. Mi madre chupaba enérgicamente demostrando lo mucho que le agradaba hacerlo. En ocasiones metía la lengua dentro de ese abierto agujero vaginal y la movía con destreza. Para satisfacer los placeres anales de su hermana, comenzó a introducir dos dedos por detrás. No hubo resistencia alguna pero si una reacción inmediata por parte de mi tía, quien comenzó a gemir más fuerte. Para que mi verga se pusiera rígida más rápido, me acerqué a su boca, ella comenzó a mamarla con gusto y después de unos minutos consiguió provocarme una nueva erección.
 
-Mostrame cómo lo hacés con tu mami –me pidió.
 
No me iba a negar, me coloqué entre las piernas de Graciela, ella permanecía boca abajo con la cara hundida entre las piernas de Elvira. Busqué su vagina, la cual ya estaba dispuesta y dilatada. La penetré con suavidad, si bien mi tía no podía ver la penetración desde su posición, si podía imaginar lo que estaba ocurriendo, más aun cuando inicié el rítmico vaivén. Me aferré a las nalgas de mi madre para poder moverme con más rapidez. Con el inconfundible chasquido que se producía al chocar mi cuerpo contra el suyo, estaba dejando en evidencia que la estaba cogiendo. Esto agradó a Elvira que inició una seguidilla de gemidos y jadeos propios de una actriz de películas porno.
 
Nos mantuvimos en esa posición hasta que mi madre decidió que mi tía viera de cerca cómo esa verga se clavaba en su vagina. Se sentó sobre mí con las piernas muy abiertas, yo las sostuve por debajo de las rodillas y la ayudé con el movimiento. Giró la cabeza hacia atrás y nos besamos mientras mi tía, más cachonda que nunca, se lanzaba hacia nuestros órganos sexuales y comenzaba a lamerlos con ímpetu. Se concentraba especialmente en el clítoris, aunque no olvidaba darle una buena atención a mis testículos. Unos minutos después, mientras sobaba las tetas de mi madre, ésta se levantó hasta que la verga abandonó su cavidad vaginal y volvió a sentarse para recibirla por detrás. Al principio costó un poco introducirla pero con paciencia más la lubricación que aportaba Elvira con su saliva, logré meterla completa. Esto dejó vía libre a mi tía para que pudiera comerse la concha de su hermana a gusto.
 
Me moví hasta que pude acostarme boca arriba en la cama, esto me permitió penetrar con más fuerza a mi madre. Supe que la inmensa tensión sexual del momento estaba afectándola mucho, al parecer el estar recibiendo placer de dos miembros tan cercanos de su familia le producía un morbo tremendo, sus gemidos y gritos eran pura manifestación de goce. Elvira no se limitaba sólo al sexo oral sino que además hacía buen uso de sus dedos, eso llevó a Graciela a un intenso clímax sexual. Su orgasmo fue sumamente jugoso y hasta sentí cómo si esfínter se apretaba alrededor de mi pene. Se la saqué para no incomodarla, ella se tendió de lado sobre la cama y dejó que su hermana rematara su eyaculación estimulándole la vagina con la boca y los dedos.
 
Aproveché la posición de Elvira para buscar su agujerito trasero. No fue nada difícil meterla una vez más, al parecer le agradó mucho que lo hiciera, mi madre colaboró estirando su mano para masturbarla mientras yo le partía la cola. Le di con fuerza ya que ese culito dilatado así me lo pedía. Sus nalgas temblaban como gelatina y sus gemidos se perdían dentro de la vagina de Graciela. Cuando acabé no solté mucho semen, pero mis espasmos fueron tan fuertes que me vi obligado a tenderme sobre la espalda de mi tía y de paso, aferrarme a sus grandes tetas. En pocos segundos caímos rendidos los tres. Tal vez no fue nuestro acto sexual más prolongado, pero sí fue uno de los más placenteros y morbosos, fue justamente eso los que nos llevó tan rápido al apogeo sexual.
 
Nos quedamos charlando y riéndonos durante unos minutos, nunca había visto tan felices a las hermanas estando juntas. Especialmente a mi tía, que solía tener mal carácter. Lo mejor de todo es que esa personalidad de perro rabioso se quedó en el olvido después de unos días. Ella se mostraba jovial y contenta casi todo el tiempo, a lo mucho se enfada por cuestiones típicas de la convivencia con la familia, como “¿Quién fue el animal que llenó de semen el tapizado de mi sofá?”. Tal vez no era tan típico en todas las familias, pero en la mía sí. Esa vez el culpable fui yo, que aproveché una tarde a solas con Naty en su casa.
 
Mi prima fue una de las que más se alegró con la resolución de los problemas. En poco tiempo comenzó a disfrutar de tríos con sus padres y venía muy contenta a casa para contarme cómo su papá le daba por la cola. La chica estaba un poco ida de la cabeza, no lo voy a negar, pero era muy simpática y todos la adorábamos, era nuestra chiquita especial. Dejó de hacer petes por el barrio y eso me valió más de un encontronazo con amigos, y ex amigos que no comprendían por qué ahora la chica se la daba de puritana. Hasta mi tío Mario tuvo que intervenir en un par de ocasiones.
 
Todo en mi familia parecía marchar sobre ruedas hasta que un día recibí una llamada que lo cambiaría todo.
 
-¿Hablo con el señor Nicolás Simel?
-Ehhh… ah sí, sí. Soy yo –todavía me acostaba acostumbrarme a mi apellido materno, aunque el trámite para cambiarlo fue largo y tedioso, valió totalmente la pena.
-Le hablo para comunicarle que nos gustaría que formase parte del personal en nuestras instalaciones.
 
No lo podía creer, querían contratarme en una importante fábrica de golosinas. Intenté mostrarme lo más tranquilo posible, ellos acordaron que en pocos días enviarían a alguien a buscarme, era parte de la atención. Cuando colgué el teléfono corrí a contarle a mi madre que ya tenía trabajo, ella se alegró tanto como yo y me dio un gran abrazo. En ese momento me puse triste.
 
-¿Qué te pasa Nico?
-Es que la fábrica queda lejos mamá y a veces se trabajan seis días a la semana. No nos vamos a ver nunca –esto le transmitió mi tristeza.
-No te preocupes Nico, al fin y al cabo vos tenés que hacer tu vida. Es un trabajo muy importante, con tu capacidad podés llegar muy lejos.
-Pero…
-Nada de peros, ya estás grandecito para estar prendido a las faldas de mamá. Esto lo hablamos mil veces Nico, alguna vez llegaría el día en que deberíamos separarnos –algunas lágrimas abandonaron sus ojos- yo te amo mucho hijo y no sólo como madre, eso lo sabés muy bien, pero sos un chico joven y tenés que conocer gente nueva. Además pensá en todo lo que vivimos juntos, ¿cuántos chicos de tu edad pueden decir que se acostaron con su madre y que hasta tuvieron tríos sumando a la prima o a la tía? –se rio- tampoco quiere decir que vayas a estar contándolo por ahí.
-Te prometo que apenas tenga días libres te voy a visitar.
-Eso me va a encantar y siempre podemos hacer… nuestras cosas mientras estés acá. No te preocupes por mí, voy a estar bien, tengo a mi hermana para que me haga compañía, gracias a vos. Cambiaste nuestras vidas por completo hijo –me abrazó más fuerte que antes- te voy a extrañar mucho.
 
La conmovedora charla continuó durante la cena. En la noche hicimos el amor apasionadamente como si fuera la última vez en nuestras vidas. A la mañana siguiente yo aguardaba por el coche que me recogería, ya tenía preparadas todas mis pertenencias dentro de dos amplias valijas. Si el contrato se hacía efectivo, tal como lo pronosticaban, tendría la posibilidad de rentar una pequeña pero cómoda vivienda a pocos metros de la fábrica.
 
-¿No te olvidás de nada? –la pregunta obligada de cada madre.
-No mamá, ya revisé como veinte veces. No falta nada.
-¿El cepillo de dientes? ¿Llevas algo de abrigo?, mirá que dentro de poco empieza el frío… -preguntaba mientras revolvía el contenido de mis maletas.
-Mamá, me vas a desordenar todo –la abracé por detrás, ella aún tenía puesto su camisón y nada debajo, aproveché para sobarle las tetas.
-Es que me preocupa que te falte algo.
-Si me falta algo lo compro allá, no me voy a la Antártida –acaricié sus muslos y la alejé de mis cosas.
-Prometeme que te vas a cuidar mucho.
-Vos prometeme lo mismo mamá –le di un cálido beso en el cuello, el amigo ya se me estaba despertando.
-Te lo prometo –jadeó mientras se apoyaba contra la pared, mi pene se frotaba contra su cola.
 
Liberé mi erecta verga y busqué el cálido y húmedo nido de amor de mi madre. Comencé a penetrarla con ímpetu, ella tuvo que reprimir sus gemidos mientras separaba más las piernas para recibir toda mi virilidad. Su vagina se mojó por completo en pocos minutos. Mis movimientos eran cada vez más rápidos y a ella le costaba cada vez más no gritar de placer.
 
-¿Pensabas que me iba a ir sin probar este culito una vez más? –en la noche no habíamos practicado el sexo anal.
-Metemela –me pidió con la voz entrecortada.
 
Así lo hice, presioné su culito con mi glande humedecido por los jugos vaginales hasta que su agujerito trasero se fue dilatando y me permitió entrar. Me moví con calma durante un par de minutos pero cuando vi que ya tenía el camino bien abierto y despejado, comencé a sacudirla y embestirla con fuerza. Justo en ese momento tocaron el timbre.
 
-¿Quién es? –pregunté esforzándome por respirar con normalidad. El recién llegado se anunció como el chofer de la fábrica -¡Espere un momentito, ya salgo!
-Andá Nicolás, no lo hagas esperar –susurró.
-Ya falta poco.
 
Aceleré mis movimientos tanto como pude, mi madre estaba gozando como una puta en celo y debía morderse el labio inferior para no gritar. Tenía miedo de que el hombre pudiera oír nuestros cuerpos chocando por eso intentaba no penetrarla siempre hasta el fondo. El momento culmine llegó y llené su culito con un torrente de leche. Apenas dejé de moverme mi madre me empujó para que me apurara. Guardé mi pene, acomodé mi ropa y tomé las maletas, ella se quitó el camisón, mostrándome su radiante desnudez, y con él me secó las gotas de sudor en la frente.
 
-Te amo hijo –me dijo dándome un hermoso beso en la boca, luego se metió al pasillo para el que el chofer no la viera.
 
Partimos sin grandes problemas, al tipo no le pareció raro que yo haya demorado tanto. Miré mi casa una vez más antes de que dobláramos en una esquina y supe que desde ahora comenzaba una nueva vida para mí. En ese momento no tenía ni idea de todas las nuevas aventuras que me aguardaban en mi nuevo empleo.
 
 
FIN.
Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 0
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